El cardenal de Madrid ha hablado de un “cambio de valores”. “Saldremos de esta crisis muy mejorados, cambiará nuestra escala de valores”

 

El cardenal de Viena ha dicho sobre la pandemia: “cambiará la faz de la tierra y dará lugar a una reflexión sobre nuestro estilo de vida personal y social”

 

Hay quienes hablan de “la necesidad de cambiar de rumbo”.

 

Leonardo Boff ha escrito: “La pandemia actual del coronavirus representa una oportunidad única para que repensemos nuestro modo de habitar la Casa Común, la forma como producimos, consumimos y nos relacionamos con la naturaleza. Ha llegado la hora de cuestionar las virtudes del orden capitalista”.

 

El presidente Macron decía a los franceses dos cosas que quisiera destacar:

 

1)    “Mañana tendremos tiempo de sacar lecciones del momento que atravesamos, cuestionar el modelo de desarrollo que nuestro mundo escogió hace décadas y que muestra sus fallos a la luz del día, cuestionar las debilidades de nuestras democracias. 

 

2)    Lo que revela esta pandemia es que la sanidad gratuita, sin condiciones de ingresos, de historia personal o de profesión, y nuestro Estado de Bienestar Social no son costes o cargas sino bienes preciosos, unos beneficios indispensables cuando el destino llama a la puerta. Lo que esta pandemia revela es que existen bienes y servicios que deben quedar fuera de las leyes del mercado”.

 

En la entrevista con Évole, el Papa Francisco destacó que la crisis ha servido también para aflorar un “submundo de humanidad” que acerca a la gente a las personas más vulnerables y que quizás sea uno de los logros la necesidad de “rescatar la convivencia”.

 

Ojalá que amén de caer en la cuenta de nuestra fragilidad, la situación nos lleva más allá del miedo a reaccionar con valentía, con coraje, con “parresía” que diría Pablo, pues pienso que nos hace “despertar de nuestro suelo de cruel inhumanidad” que diría Jon Sobrino.  Y que volviendo a Boff: “Esta pandemia ha producido el colapso del mercado de valores (bolsas), el corazón de este sistema especulativo, individualista y anti-vida, como lo llama el Papa Francisco”.

 

Ahora bien, para que los buenos deseos no se queden en un brindis al sol, y los aprendizajes de estos días encuentren un entramado en que sustentarse, la situación actual debería llevarnos a configurar estructuras nuevas, estructuras que consoliden la solidaridad vivida, y el dolor compartido hagan que los aplausos de las 8 se conviertan en estructuras sanitarias que den cobertura ahora y mañana; estructuras sanitarias que nunca sean un negocio sino un servicio social.

 

Será fundamental que ese ideal del Bien Común se plasme en estructuras que lo posibiliten (y no sean mero “slogan”) y para ello no hay que innovar mucho sino poner en práctica el art.9,2 de la constitución: “Corresponde a los poderes públicos promover las condiciones para que la libertad y la igualdad del individuo y los grupos en que se integran sean reales y efectivos y remover los obstáculos que impidan o dificulten su plenitud”. Esperemos que “los constitucionalistas” no omitan este artículo. Aquí ciertos liberalismos no tienen cabida. El “adelgazar al Estado” se traduce en un mecanismo de indefensión. 

 

Hablando de estructuras:

 

1.    Se están vehiculando medidas que deberían proteger a los grupos

más débiles a la salida de esta crisis. Bienvenidas sean como ciertas medidas de ayuda para reacativar la economía. En principio bienvenidas sean. Pero estas medidas coyunturales deberán dar paso a medidas estructurales que abran caminos nuevos.

 

2.    ¿No habrá que pensar en establecer ciertos límites a los beneficios y

a la actuación, por ejemplo, de la industria farmacéutica que no puede acogotar la acción política de suministro de bienes aprovechándose de la coyuntura

 

3.    Podemos también hablar de la necesidad de una seria reforma fiscal, que realmente sirva para la redistribución de las rentas y reducir el escándalo de las diferencias sociales, está llamando a aldabonazos a las puertas de nuestra sociedad. Pues medios desde luego que hay, lo mismo que para acabar con la pandemia del hambre, o la de los refugiados y expulsados de sus países por guerras con armas vendidas por los países ricos. El problema es que los medios están acumulados en cuatro manos y defendidos por organizaciones financieras ciegas, caníbales que adoran a “Mamón”.

 

Está claro que si esto se pone en marcha habrá gritos, pero también tendremos que gritar, por encima de esos gritos, que la propiedad privada es un “derecho secundario” pues el derecho primario es que todos tengan los medios suficientes para un vivir con dignidad.

 

Por eso la Iglesia, y los cristianos a una, deberíamos defender con uñas y dientes el destino universal de los bienes y la función social de la propiedad privada.

 

Va siendo hora de que nuestra caridad no sea solo curativa, sino que vaya siendo caridad preventiva, caridad política, esa caridad que es el amor eficaz a las personas que actualiza la prosecución del Bien Común de la sociedad, y que se plasma en instituciones, en estructuras. Una caridad indispensable, un esfuerzo dirigido a organizar la sociedad de modo que el prójimo no tenga que padecer miseria (CDSI 208). Los obispos españoles nos recordaban (VVP 61) “Con lo que entendemos por “caridad política” no se trata sólo ni principalmente de suplir las deficiencias de la justicia, aunque en ocasiones sea necesario hacerlo. Ni muchos menos se trata de encubrir con una supuesta caridad las injusticias de un orden establecido y asentado en profundas raíces de dominación o explotación. Se trata más bien de un compromiso activo y operante, fruto del amor cristiano a los demás hombres, considerados como hermanos, en favor de un mundo más justo y más fraterno con especial atención a las necesidades de los más pobres”.

 

Necesitamos aprender que convivir es morir un poco a lo mío, y comenzar a pensar en lo nuestro. Es no solo problema de educación (menos tecnocrática) y de estructuras y leyes que la posibiliten. No podemos olvidar el cuento de Dostoievski de la “vieja mala” en que somos llamados a salvarnos en racimo, ni el Neruda que nos dice: “en mi pueblo hay un monte, en mi pueblo hay un río que me dice ven conmigo”. Ni lo del Bertol Brecht: “O todos o ninguno. O todo o nada. Uno sólo no puede salvarse”. ¿Descubrimos realmente que el “sálvese quien pueda” es mortal? Ni olvidar los cristianos que Dios nos convoca en un pueblo de hermanos.

 

Estos días también están sacando a la luz, como diría Oriana Fallacci que “en los basureros también crecen margaritas”. Son esos fueguitos de que habla Galeano, o ese “submundo de humanidad” del papa Francisco que nos hacen recuperar la confianza en el ser humano. Será bueno hacer caso a Camus que cierra “La peste” con esta reflexión: “en los hombres hay más cosas dignas de admiración que de desprecio”.

 

En los últimos tiempos no se produjo la “rebelión de las masas” que preocupaba a Ortega, sino más bien nuestra “dormición” o acomodación a una situación que tiene mucho de inhumana. Quizás, ojalá, haya sonado el despertador.

 

Fernando Allende Bravo

 

LAS MÚLTPLES “R”

 

DE LA ECOLOGÍA

 

           

 

Fernando Allende Bravo

 

 

 

Si bien inicialmente, en el mundo de la ecología, se habló de las TRES “R”: reciclar, reutilizar reparar…. posteriormente, y sobre todo ahora escuchando a Francisco podríamos completar el panorama:

 

 

 

  1. Responsabilidad ante esta tierra que es de Dios (68) y que

 

fuimos llamados a cuidarla y labrarla (Gn 2,15), se trata de un “desafío urgente de proteger nuestra casa común que incluye la preocupación de unir a toda la familia humana en la búsqueda de un desarrollo sostenible e integral pues sabemos que las cosas pueden cambiar (13), y sin olvidar que “no hay dos crisis separadas, una ambiental y otra social, sino una sola y compleja crisis socio-ambiental”.(139)

 

 

 

  1. Reducir el consumo, “apostar por otro estilo de vida”; “dado que el

 

mercado tiende a crear un mecanismo consumista impulsivo para colocar sus productos las personas terminan sumergidas en la vorágine de las compras y los gastos innecesarios” (203). “Un cambio en los estilos de vida podría llegar a ejercer una sana presión sobre los que tienen poder político, económico y social”. Aquí vuelve a aparecer la “R” anterior: “la responsabilidad social de los consumidores” (206)

 

 

 

  1. Repartir pues “un verdadero planeo ecológico se convierte siempre

 

en planeo social que debe integrar la justicia… para escuchar tanto el clamor de la tierra como el de los pobres ….. culpar al aumento de la población y no al consumismo extremo y selectivo de algunos es un modo de no enfrentar el problema. Se pretende legitimar así el modo distributivo actual donde una minoría se cree con el derecho de consumir en una proporción que sería imposible generalizar[1], porque el planeta no podría ni siquiera contener los residuos de semejante consumo” (50). “La tierra de los pobres del sur es rica y poco contaminada pero el acceso a la propiedad de los bienes y recursos para satisfacer sus necesidades vitales les está vedado por un sistema de relaciones comerciales y de propiedad estructuralmente perverso…. Necesitamos fortalecer la conciencia de que somos una sola familia humana” (52)

 

 

 

  1. Resarcir  “La inequidad no afecta sólo a individuos, sino a países

 

enteros, y obliga a pensar en una ética de las relaciones internacionales. Porque hay una verdadera « deuda ecológica », particularmente entre el Norte y el Sur, relacionada con desequilibrios comerciales con consecuencias en el ámbito ecológico, así como con el uso desproporcionado de los recursos naturales llevado a cabo históricamente por algunos países. Las exportaciones de algunas materias primas para satisfacer los mercados en el Norte industrializado han producido daños locales, como la contaminación con mercurio en la minería del oro o con dióxido de azufre en la del cobre. Especialmente hay que computar el uso del espacio ambiental de todo el planeta para depositar residuos gaseosos que se han ido acumulando durante dos siglos y han generado una situación que ahora afecta a todos los países del mundo…. (51)

 

  1.  Reconducir. “Muchas cosas tienen que reorientar su rumbo, pero

 

ante todo la humanidad necesita cambiar. Hace falta conciencia de un origen común, de una pertenencia mutua y de un futuro compartido….. se desataca así un gran desafío cultural, espiritual y educativo que supondrá largos procesos de regeneración” (202) “Sólo a partir del cultivo de sólidas virtudes es posible la donación de sí en un compromiso ecológico· (211). Por ello hablará de una “conversión ecológica” para los cristianos: “vivir la vocación de ser protectores de la obra de Dios es parte esencial de una existencia virtuosa, no consiste en algo opcional ni en un aspecto secundario de la experiencia cristiana” (217) y por ello, entre otras cosas, nos habla de que “la espiritualidad cristiana propone un crecimiento con sobriedad y una capacidad de gozar con poco. Es un retorno a la simplicidad que nos permite detenernos a valorar lo pequeño…. Esto supone evitar la dinámica del dominio y de la mera acumulación de placeres (222. “La sobriedad que se vive con libertad y conciencia es liberadora” (223). “Hace falta volver a sentir que nos necesitamos unos a otros, que tenemos una responsabilidad por lo demás y por el mundo” (229)

 

 

 

  1. Rechazar.  Si bien muchos son los mecanismos y “culturas”

 

rechazables podríamos insistir en algún rasgo: “los poderes económicos continúan justificando el actual sistema mundial, donde priman una especulación y una búsqueda de la renta financiera que tienden a ignorar todo contexto y los efectos sobre la dignidad humana y el medio ambiente. Así se manifiesta que la degradación ambiental y la degradación humana y ética están íntimamente unidas…… El problema es que no disponemos todavía de la cultura necesaria para enfrentar esta crisis ……Se vuelve indispensable crear un sistema normativo que incluya límites infranqueables y asegure la protección de los ecosistemas, antes que las nuevas formas de poder derivadas del paradigma tecnoeconómico terminen arrasando no sólo con la política sino también con la libertad y la justicia. (53). Por ello “Llama la atención la debilidad de la reacción política internacional. El sometimiento de la política ante la tecnología y las finanzas se muestra en el fracaso de las Cumbres mundiales sobre medio ambiente. Hay demasiados intereses particulares y muy fácilmente el interés económico llega a prevalecer sobre el bien común y a manipular la información para no ver afectados sus proyectos. En esta línea, el Documento de Aparecida reclama que «en las intervenciones sobre los recursos naturales no predominen los intereses de grupos económicos que arrasan irracionalmente las fuentes de vida»[32]. La alianza entre la economía y la tecnología termina dejando afuera lo que no forme parte de sus intereses inmediatos.  Mientras tanto, los poderes económicos continúan justificando el actual sistema mundial, donde priman una especulación y una búsqueda de la renta financiera que tienden a ignorar todo contexto y los efectos sobre la dignidad humana y el medio ambiente. Así se manifiesta que la degradación ambiental y la degradación humana y ética están íntimamente unidas. (54)

 

 

 

  1. Resistir frente al “paradigma tecnológico (que) también tiende a

 

ejercer su dominio sobre la economía y la política. La economía asume todo desarrollo tecnológico en función del rédito sin prestar atención a eventuales consecuencias negativas para el ser humano. Las finanzas ahogan la economía real” (109). “La cultura ecológica debería ser una mirada distinta, un pensamiento, una política, un programas educativo, un estilo de vida y una espiritualidad que conformen una resistencia ante el avance del paradigma tecnocrático” (111)

 

 

 

  1. Relaciones nuevas con Dios, el prójimo y la tierra (66). “Cuando

 

todas estas relaciones son descuidadas, cuando la justicia ya no habita en la tierra, la Biblia nos dice que la vida está en peligro” (70). “No podemos sostener una espiritualidad que olvide al Dios todopoderoso y creador. De ese modo terminaríamos adorando a otros poderes del mundo o nos colocaríamos en el lugar del Señor hasta pretender pisotear la realidad creada por él sin conocer límites… (75)

 

 

 

  1. Redefinir el progreso. “Un desarrollo tecnológico y económico que no

 

.deja un mundo mejor y una calidad de vida integralmente superior no puede considerarse progreso …. L discurso del crecimiento sostenible suele convertirse en un recurso diversivo y exculpatorio que absorbe valores del discurso ecologista dentro de la lógica de las finanzas y de la tecnocracia, y la responsabilidad social y ambiental de las empresas suele reducirse a una serie de acciones de marketing e imagen” (194). “Un camino de desarrollo productivo más creativo y mejor orientado podría corregir el hecho de que haya una inversión tecnológica excesiva para el consumo y poca para resolver los problemas pendientes de la humanidad (192). “Sabemos que es insostenible el comportamiento de aquellos que consumen y destruyen más y más, mientras otros no pueden vivir todavía de acuerdo con su dignidad humana. Por eso ha llegado la hora de aceptar cierto decrecimiento en algunas partes del mundo….” (193)

 

 

 

Y aunque no sea una “R”, si es un actitud a erradicar: “mirar para otro lado” . “Al mismo tiempo, crece una ecología superficial o aparente que consolida un cierto adormecimiento y una alegre irresponsabilidad. Como suele suceder en épocas de profundas crisis, que requieren decisiones valientes, tenemos la tentación de pensar que lo que está ocurriendo no es cierto. …… Este comportamiento evasivo nos sirve para seguir con nuestros estilos de vida, de producción y de consumo. Es el modo como el ser humano se las arregla para alimentar todos los vicios autodestructivos: intentando no verlos, luchando para no reconocerlos, postergando las decisiones importantes, actuando como si nada ocurriera” (59)

 


[1] La famosa huella ecológica